1. El tránsito. Si usted es urgido por la situación vehicular como yo, en La Paz se va a volver loco. Creo que en los 5 días que estuve dando vueltas por todos lados vi dos semáforos (y no recuerdo ningún signo PARE); hay calles de una sola pista que, curiosamente, son de doble sentido; y el peatón tiene cero preferencia, es más, es como una molestia para el conductor -lógico porque tampoco hay mucha vereda-. Y obviamente todo lo que no está resuelto por métodos tradicionales, el boliviano lo resuelve con la bocina. Estrés.
Instrucciones de uso del baño. |
4. El polvo. Hay polvo en todas partes, pero donde es más terrible (y se siente, y molesta) es en el viaje de doce horas por un camino de tierra desde La Paz a Uyuni. No hay pañuelo ni bufanda que aguante, y después sonarse es una experiencia semi dolorosa . Uno va con ganas de respirar aire no-santiaguino, y al final tampoco es mucha la pureza que uno encuentra.
5. La comida al aire libre. No tengo ni un problema con que se venda comida en la calle -de hecho es harto bueno- pero ver el yoghurt y la mayonesa a temperatura ambiente debajo del sol de La Paz... no, eso no.
Bonus track: La cuchara. No para comer precisamente: el corazón a mí se me fue a las pailas. Este es un país en diagonal, uno o va de bajada o de subida, como que no hubiera planicies nunca. Estuve los 11 días sintiéndome como un cincuentón bueno pa'l cigarro y el choripán, que juega un partido al mes y va con todo a meter el gol. Como al borde del ataque cardíaco así.
El país en diagonal. |
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